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jueves, 13 de noviembre de 2014

La primavera misionera en Uruguay: testimonio misionero del Padre Rodrigo Vargas


Si damos un paseo por nuestras calles y plazas, en estos días de primavera, podremos contemplar la maravilla de los árboles en plena floración, coloreados con diferentes tonos para deleite de nuestros sentidos. En la Iglesia las escenas primaverales son una gran metáfora de lo que todos deseamos vivir. Entre nosotros ha de germinar esa evangelización que nos haga sentir la alegría de que el reino de Dios ha llegado a nuestros hogares.

Sumergidos en este ambiente primaveral tres misioneros llegados de Entre Rios, en la vecina Argentina, nos hicieron vivir la alegría del Evangelio. Ellos, llenos de Jesucristo, recorrieron nuestras calles, se pararon en nuestras plazas, entraron en nuestros hogares. “Viejos”  conocidos que nos anunciarían la lozanía del Evangelio.


¿Hacia dónde dirigieron sus pasos? Caminaron con nosotros por los diferentes barrios de la ciudad: la Cuchilla, el barrio España, capillas de María, Madre y de María, Reina, Pompeya en el barrio Jardín, Lavalleja, zona de Londres y Progreso, el barrio Hipódromo. Al amparo de un agradable cielo azul, se acercaron a los rochenses para contarles que Cristo Resucitado es la mejor noticia que nos pueden dar y que nos encontraremos con la Vida en los sacramentos, en la misma Palabra y en el hermano que sufre, que está solo, que no tiene motivos para seguir caminando.

Sus nombres fueron pronunciados por todos: Germán, Mario, Walter. Quizás lo que más nos regocija es repasar lo que hicieron y meditar lo que nos dice el Evangelio: “Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sometan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”(Lc. 10, 20). 


En mitad del trasiego de cada día nos paramos atentamente: Dios nos habla a través de sus criaturas. Su voz esta diseminada en nuestro derredor. Hacemos silencio, oramos y sentimos su presencia. Aquellos sacerdotes nos escucharon, nos enseñaron que Dios es un Padre que nunca se aparta de sus hijos. “El Padre de ustedes da de comer a las aves que surcan los cielos. ¡Y ustedes valen más que las aves!.”( Mt. 6, 26). Parados en nuestra comunidad nos mostraron el Pan de Vida. Derramaron el agua que nos sumerge en la Vida Nueva, nos ungieron con el aceite que cura todas nuestras dolencias y, en nombre de la Iglesia, sanaron nuestros corazones para volver a sentir la amistad del Amigo que nunca nos abandona.

Esta vez, la primavera ha llegado de la manos de tres misioneros, tres sacerdotes entrerrianos. Nos han invitado a salir fuera junto a ellos, recorriendo nuestras calles, parándonos en nuestras plazas, iluminando  nuestros hogares con la Alegría del Evangelio. 

Con nuestro más sincero agradecimiento rogamos para que sientan el amparo de Nuestra Madre y regresen para admirar la más hermosa  Flor de cuyo néctar todos bebemos: el Cáliz que nos devuelve a la Vida.

Rodrigo Vargas Torrejón
Misionero en Uruguay