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miércoles, 3 de noviembre de 2021

La misionera Antonia Barrilero, natural de Tembleque, celebra sus “Bodas de Oro” de profesión religiosa al servicio de la misión

 Antonia Barrilero: “Conservo la misma pasión por la entrega misionera, eso sí macerada por la experiencia”

Antonia Barrilero, misionera toledana de las Franciscanas Hijas de la Misericordia, actualmente en Cochabamba (Bolivia), regresaba a Tembleque, su pueblo, para celebrar los 50 años de entrega misionera. 50 años, sus “Bodas de Oro”, de verdadera “fidelidad, perseverancia, entrega y alianza” para servir desde el Evangelio a todo el mundo.

Ha sido la Parroquia “Nuestra Señora de la Asunción” de Tembleque el lugar elegido para esta celebración de los cincuenta años de su profesión religiosa. Antonia Barrilero regresaba a “la Comunidad Cristiana de mi pueblo, Tembleque. La vuelta a este lugar, donde están mis raíces fue especialmente emotiva. Aquí fui inserta a la fe, con el bautismo. Y, también en este lugar, fue donde, en el seno familiar, aprendí el valor del trabajo, del esfuerzo, de la sencillez, de la humildad y, de la dignidad de vivir pobremente: porque la pobreza es el mayor tesoro cuando se aprende que los bienes materiales son efímeros y que la felicidad procede de la alegría y la confianza en un Dios providente”.

Tembleque, cuna de misioneros y misioneras, prosigue Barrilero, “fue también el germen de mi vocación religiosa; el lugar del descubrimiento de la entrega y del servicio a los más necesitados como valores reveladores de la misericordia de Dios. Esto que aprendíamos en el catecismo de la Iglesia, lo descubrí hecho vida en el testimonio de las religiosas Franciscanas Hijas de la Misericordia. Con ellas aprendí las primeras letras y en ellas vi los primeros ejemplos de una vida entregada a los demás. En los rostros de estas mujeres sencillas descubrí una felicidad desbordante. Y la quise para mí. Así nació mi vocación y no dudé en secundar la llamada de Dios. Por eso, mi regreso fue muy emotivo y lleno de agradecimiento. En primer lugar, para agradecer a Dios su Fidelidad para conmigo y para dar testimonio de que El Señor ha estado grande en mi historia. Y, en segundo, para agradecer también a mi familia su generosidad hacia mí, ya que siempre apoyaron mi decisión de ser religiosa”.

Antonia Barrilero habla de “fidelidad, perseverancia y alianza” para describir el recorrido misionero que ha vivido en estos años. Además, cuenta con detalle lo que significa cada una de esas palabras en su propio camino misionero.

“Fidelidad – indica la misionera toledana – de parte de Dios que, a pesar de mis limitaciones y deficiencias a la hora de servirle, se ha servido de mí para ser Instrumento de Paz y Bien. Una misión que, en consonancia con nuestro carisma de la misericordia, me ha permitido estar al lado de los más débiles y pequeños, defendiendo sus intereses y siendo “voz de los sin voz”. Dios vive en el hermano: es una certeza que constato cada día. Desde esta visión, he procurado y procuro llevar la Palabra con pasión, descubriendo en el prójimo el rostro de Jesús, como hizo Francisco de Asís con el leproso. Y el gozo de experimentar esta donación no se puede calibrar en palabras; sólo es medible por la absoluta certeza de que cumplo la voluntad de Dios”.

Prosigue Antonia destacando la “perseverancia en el día a día, superando las dificultades. El seguimiento de Jesús no es un camino fácil. Gracias a Dios no se recorre de un tirón. Al contrario, está jalonado de baches, piedras, inclemencias y contratiempos. Es esta peculiaridad la que pone a prueba nuestra fidelidad y nuestra confianza en Aquel por quien lo hemos dejado todo. La solidez de los cimientos del primer Fiat es esencial para ir sorteando los imprevistos, las asperezas, las dudas implícitas en toda historia personal y, desde luego, la espiritual.  En mi caso concreto, el hecho de progresar por este camino anclada en la certeza primera de la llamada, es lo que ha hecho que, a día de hoy, mi historia consagrada haya sido un trayecto caracterizado por una actitud perseverante, consciente de que todo lo he podido y puedo gracias a Dios. No a mí, sino a Él, toda la gloria, como canta el salmista”.

Añade que “la fidelidad y la perseverancia son expresión de mi alianza con Dios”. En ese sentido destaca Antonia que es “una alianza que habla de unión con el Señor de las misericordias. Una relación especial con Él, quien a iniciativa Suya, me llamó a su mies para trabajar en ella, y llevar su Palabra en mi lugar de misión. Y he de confesar que, a lo largo de todos estos años, he experimentado su Ternura, su Cuidado y su bendición. Dios es siempre fiel a su promesa; así puedo atestiguarlo: nunca me ha pedido nada que superara mi capacidad y en todo momento me ha dado las fuerzas necesarias para saber superar las dificultades del camino. Su Alianza habla de compromiso, unidad y comunión en la tarea de ser artífice del Reino. Y en esa empresa siempre he sentido su Presencia dando sentido a mi Vida Consagrada”.

De la celebración que ha acogido Tembleque, la misionera Antonia Barrilero detalla que “momentos como los vividos a lo largo de mi celebración de Bodas de Oro son un gran regalo de Dios. Y desde luego un motivo para mirar mi historia con una mirada agradecida por el Amor con el que el Señor ha bendecido mi vida y por haber sido yo portadora de su Amor para la humanidad sufriente. Desde mi pequeñez, desde mi día a día, desde el ámbito de misión en el que estoy destinada, he procurado dar vida a la Palabra y ser artífice de bienaventuranza”.

Teniendo muy presente a su congregación religiosa, las Franciscanas Hijas de la Misericordia, Antonia asevera que “el tiempo pasa, pero no la misericordia. Es un don y valor que hemos de hacer realidad momento a momento con nuestras actitudes de comprensión y compasión por los más necesitados, por los más frágiles, por los silenciados. Eso es dar plenitud al mensaje de Jesús.  Una tarea y un reto apasionante que, cincuenta años después del primer fiat, me impulsa a decir, con la misma pasión y alegría: Aquí estoy, para hacer tu voluntad”.

Ante este aniversario y sus bodas de oro, Antonia concluye indicando que “aunque cincuenta años parece toda una eternidad, recuerdo mi primera profesión como si fuera ayer. Inexorablemente el tiempo ha pasado; y, confieso, que ha sido una experiencia gratificante; conservo la misma pasión por la entrega misionera, eso sí macerada por la experiencia: que no es otra que constatar cada día que cuanto más das, más creces”. Y añade que “ese es mi horizonte a fecha de hoy. No desviar mi corazón del Evangelio ni de mi carisma. Aferrada a estos pilares ruego a Dios, no ya para celebrar las Bodas de Diamante con el mismo gozo de ahora, sino para hacer de cada instante, una dorada ocasión para celebrar mi opción por Dios y por los más pobres de la tierra”.