ENCUENTRO MISIONERO DE JÓVENES 2023

  • MEDITACIÓN DIARIA


    ¡Reza con nosotros por las misiones!
  • CENTENARIOS 2022


    ¡Un año grande para OMP!
  • VUELVE SUPERGESTO


    La revista para jóvenes, ahora en formato 100% digital

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cartas desde el desierto: "Véante mis ojos... Amor, que a la noche vienes"

Por el Padre Christopher Hartley, misionero diocesano de Toledo


"Véante mis ojos... Amor, que a la noche vienes". Queridos amigos de la misió:  Verdaderamente que uno no deja de asombrarse ante la inmensa bondad del Buen Dios y todas las maravillas que nos permite contemplar en medio de tanto sufrimiento.

Cuando uno menos se lo espera, se nos presenta bajo los más variados disfraces para que reconociéndole le amemos y amándole sepamos servirle en los hombres nuestros hermanos con generosidad de espíritu y toda la bondad de nuestro corazón.

Comparto con vosotros algunos de esos momentos que el Buen Dios nos ha regalado vivir.

Berhane: Durante el verano pasado fueron incontables las veces que fuimos al hospitalucho de Gode acompañando a mujeres con SIDA, niños escuálidos y desnutridos, madres embarazadas, gentes incontables aquejados de toda suerte de males... en ese ir y venir una tarde nos topamos con ella. Berhane llevaba sabe Dios cuanto tiempo tirada en el suelo de una sala destartalada, enfangada en sus propios excrementos. Había sido operada in extremis de apendicitis, a punto de convertirse en peritonitis, por las complicaciones de las repetidas operaciones que el muy torpe cirujano local le había practicado. Se le abrían los puntos continuamente, de manera que la materia fecal le embadurnaba la cavidad abdominal con sus propios excrementos.

Desde ese mismo instante toda nuestra atención se volcó sobre ella. Mañana y tarde las hermanas y los jóvenes misioneros que nos acompañaban durante el verano se turnaron para atenderla y acompañarla. Hubo que bañarla, lavarle la ropa, darle de comer lo poquito que era capaz de ingerir. Hubo que pelear diariamente con médicos y enfermeras en su mayoría musulmanes para que le administraran los sueros y demás medicamentos que nosotros mismos habíamos de salir corriendo a la calle a comprar, dado que por ser una enfermedad tan asquerosa y sobre todo por ser ella cristiana, nadie se quiso compadecer de esta pobre mujer.

Durante todo ese tiempo, de alguna manera, Berhane, que antes de aparecer nosotros, era un montón de harapos inmundos olvidada en un rincón, se convirtió en el centro de atención de todo el hospital. Y es que continuamente se arremolinaban cantidad de somalíes alrededor de nosotros mientras la atendíamos lo mejor posible y sobre todo la rodeábamos de todo el cariño del mundo.

Los somalíes nos preguntaban que por qué hacíamos eso; otros pensaban que sería pariente nuestro... Fueron muchas las ocasiones que Jesús nos brindó para dar testimonio de su nombre, de su gloria, de su poder y de su amor. La respuesta más sencilla, cuando nos hacían todas esas incontables preguntas, era simplemente: "por amor a Dios" a lo que ellos profundamente sorprendidos y conmovidos respondían: "Amin, Amin, Ebbe, hakubarakeyu" (Amén, Amén, que Dios os bendiga).

Así pasaron muchas semanas hasta que comprendimos que en Gode, desde el punto de vista médico, ya nada se podía hacer por ella. Luchamos sin cuartel por que las autoridades dispusiesen de la ambulancia y la trasladaran a Jijiga, y lo conseguimos.


Después de llamar a todas las puertas imaginables, por primera vez una ambulancia de la región somalí trasladó a una paciente cristiana, en compañía de una enfermera musulmana al hospital regional ubicado a 650 kilómetros de Gode, pagado por el gobierno de la región. Ni cristianos ni musulmanes daban crédito a lo que estaban viendo. Nosotros, que todos los días orábamos por nombre por esta bendita mujer, esa noche ante Jesús en la Eucaristía, de una manera especial dimos gracias a Dios, que penetra en las vidas de los hombres, sin saber nosotros por dónde.

Jamás olvidaré la dulzura de su mirada y la bondad de su sonrisa; aún no logro comprender su serenidad y su aceptación del sufrimiento. No tenía a nadie, estaba sola en la vida... Oírla orar con tanta serenidad y una mirada de fe difícil de explicar, me hacía preguntarme por la fe de los pobres con no poca envidia, la de los que no tienen nada en que apoyarse; sin seguro social, sin cuenta de banco, sin hogar digno, sin... ¡sin nada!

"Véante mis ojos..." cantan tras los vetustos muros de sus monasterios las madres carmelitas... Véante mis ojos siempre Jesús, en las llagas de esta pobre mujer, con quien sufrimos y lloramos, con quien reíamos y cantábamos... que te vea siempre y siempre te reconozca a ti, "Amor que a la noche vienes...", en las oscuridades y desesperaciones de los hombres mis hermanos...

Refugiados: Una mañana vi gente extraña dentro del terreno de la Iglesia y tardé poco en darme cuenta que, una vez más, las autoridades locales pretendían parar nuestras obras, con la excusa de sacarnos dinero por unos supuestos impuestos inventados. El Buen Dios, sin embargo, iba a sacar un inesperado provecho en favor de un grupo enorme de refugiados que en ese momento llegaba a Gode huyendo de una masacre.

Le solicité al alcalde que interviniera ante el atropello que estábamos sufriendo y lo hizo con gran determinación pero me dijo: "Padre, nosotros también necesitamos la ayuda de la Iglesia, acompáñeme, por favor", me fui con él sin saber a dónde me llevaba. Se trataba de una reunión con los líderes somalíes locales que discutían cual sería la manera más eficaz de ayudar a la cantidad de refugiados que venían de Oromía (región de Etiopía limítrofe con la región somalí).

A la mañana siguiente nos reunimos con un grupo enorme de ellos y nos contaron historias espeluznantes de cómo habían logrado escapar de noche de sus casas y sus tierras en la que habían vivido durante generaciones, por el simple hecho de acercarse a pozos de agua que aliviara la sed de sus ganados y la suya propia. Algunos de ellos habían sido macheteados y troceados como fiambre, hombres, mujeres y niños que habían sido salvajemente mutilados por el uso de un simple pozo de agua.

Escondidos en varios camiones y de noche, habían escapado de la barbarie sigilosamente, tapándoles la boca a los bebés para que sus lloros no les delataran...

Inmediatamente comenzamos a llevar a las familias con mayor número de enfermos a la pequeña clínica que suele atender a nuestros pacientes. Nos aseguramos de que uno por uno recibieran la atención médica más apropiada. Nos hicimos cargo de sus medicinas y les explicamos cómo administrarlas. Está operación duró una semana completa.

A los dos días, con los líderes de sus clanes, fuimos a ver a 75 kilómetros de Gode unos terrenos muy aptos para reubicar a estas familias que son agricultores por tradición. No será tarea fácil pero es bonito saber que cuando las autoridades somalíes necesitan ayuda inmediata para gente que sufre, no es a la ONU ni a las ONGS a quienes recurren debido a su compleja burocracia, sino a la Iglesia que, aún en nuestra pobreza y escasez de medios, sale al encuentro del que sufre.

No puedo borrarme de la retina, la mirada de terror de los niños. Les miraba mientras jugueteaban a la puerta de la consulta médica y no podía dejar de preguntarme qué no habrían visto los ojos de esos pequeños; la barbarie que no habrían presenciado y las secuelas que les quedarán en la memoria del corazón para el resto de su vida.

Tamara: Aunque el nombre bíblico de esta mujer tal como aparece en el libro del Génesis es Tamar; nosotros hemos querido adaptar ese nombre al programa que hace apenas un año hemos comenzado con mujeres de Gode en su mayoría afectadas por el virus del SIDA y en no pocos casos, por no decir en su gran mayoría, mujeres dedicadas a la prostitución.

Os lo decía en la carta anterior, Gode en realidad es un inmenso burdel de mujeres - cristianas en no pocos casos - venidas de todos los rincones del país, sobre todo por la masiva presencia militar de tropas etíopes que van y vienen del frente de batalla junto a Somalia. A todo ello hay que añadir que hace unos meses, el gobierno de China ha firmado un acuerdo con las autoridades de este país, para hacer prospecciones petrolíferas en la región. Esto ha quintuplicado la presencia de obreros y técnicos; ingenieros y operadores de maquinaria pesada, que a su vez ha servido de reclamo para que el número de mujeres que vienen a ejercer la prostitución se haya multiplicado exponencialmente.

El programa Tamara, en coordinación con las autoridades sanitarias del gobierno, es muy sencillo. Recogemos a las mujeres temprano por la mañana y las traemos a Galilea que es como se llama el proyecto de la Iglesia. Durante la mañana se les enseña a trabajar nuevas manualidades. Mientras tanto, tenemos a dos cuidadoras que en la zona de guardería atienden a sus bebes y niños pequeños. Si sus hijos son un poco mayores y están en edad escolar, nos aseguramos que estén matriculados en la escuela y les suministramos los materiales escolares.

Aquellas mujeres que lo deseen, pueden recibir clases de alfabetización de adultos, gracias a la generosidad de uno de los miembros de nuestra comunidad católica, que es profesor y se ha ofrecido a dar clases a estas mujeres de manera gratuita.

Es verdaderamente admirable ver la transformación que el amor de Dios obra día tras día en la vida de estas mujeres. La dignidad restaurada tras abandonar la prostitución, sentirse tratadas como personas con el respeto debido a cualquier ser humano.

Recientemente, con ellas mismas hemos comenzado un sencillo grupo de oración en una humilde habitación de la ciudad. Todos los jueves se reúnen para compartir la Palabra de Dios. Fotocopiamos un pasaje del Evangelio en su idioma, leído por una de las pocas que saben leer y lo comentan entre todas, para concluir todas en pie, tomadas de la mano, para rezar un Padrenuestro.

Algunas de ellas han comenzado a participar con nosotros en la Santa Misa. Verdaderamente nos sorprendieron por la prontitud con la que algunas de ellas aceptaron nuestra invitación a compartir la Eucaristía dominical con nosotros.

Los domingos vienen a pasar la tarde a Galilea, pasean junto al rio, se sientan en la yerba para compartir un refresco y unas galletas, hablan, ríen, juegan a la pelota, los chavales corretean y brincan a su antojo y cuando comienza a oscurecer entran todos en la escuela y les proyectamos una película que disfrutan como enanos.

Cuando vuelvo la vista atrás y recuerdo lo duros e inciertos que fueron los comienzos de esta misión, me froto los ojos para estar seguro que todo esto no es un espejismo... Ahora se congratulan conmigo tantos profetas de desgracias que durante aquellos primeros años me decían que estaba malgastando la vida, que estas gentes no se merecían tantos esfuerzos, que si no sería yo más útil a la Iglesia en tal o cual lugar...

¡Qué terco es el amor! ¡Cuánta tenacidad hace falta para seguir la voz de Dios en la noche y ser fiel a ella mientras los oráculos de la sensatez de cristianos burgueses y apoltronados pontifican sobre lo que uno debe o no debe hacer!

"Véante mis ojos..." Sí, Buen Jesús, mis ojos hoy te ven regodeándote en medio de tantas maravillas, porque cuando todo era noche oscura y sólo me alumbraba el sendero la pequeñita luz de una fe insobornable, nunca me dejaste que dejara de caminar. Nunca me detuve, nunca deje de andar, jamás, ni un solo día, ni un solo instante. Véante mis ojos hoy porque cuando no había nada que ver, en las noches mis ojos ya te veían... ¡ya te soñaban! En aquellos primeros años, solo, "a solas con tu amistad", aquí no había nada ni nadie... sólo tú y yo, única amistad verdadera, la que no "cansa ni descansa"...

¡Cuántas cosas han cambiado desde entonces...! y sin embargo, lo que de verdad importa que es la certeza de tu bondad y de tu amor, eso ni ha cambiado ni cambiará jamás.

Solo contigo vine y solo contigo me quiero marchar, todo lo demás, aquí se quedará en el terruño de este desierto infinito "porque aquí he sembrado unas flores, de consuelos y de amores... ellas te hablarán de mí..." Paradoja inverosímil la certeza de tu voz y tu mirada, escucha que atisba y vislumbra donde los demás no pueden ver nada; corro jadeante tras la voz... cuando el corazón gime porque no se conforma, cuando crees que estás y sin embargo ya te has ido, para que buscándote te encuentre y encontrándote en el devenir de cada cosa, te siga buscando...

De tanto buscarte ya no temo la noche, que no es sino la más hermosa "cómplice de Dios" y sonrío al recordar aquellos años de mocedad sacerdotal cuando menos que la
noche oscura, cuando apenas solo eran meras quebradizas sombras me asustaban... amigo de la noche donde Tú susurras tu amor y tu palabra; entregas y donaciones, de bondades y de gracias... noches espantosas repletas de presencias y alabanzas; soledades para el mundo, sonora soledad acompañada. Y cuando más el mundo me gritaba mi locura, mi inconformidad ante tanta sensatez la de los míos, inconfesables cobardías, justificaciones de quien ya no ama... yo, tercamente, he seguido gritándole a las sombras huidizas con lamentos de enamorado, testigo indoblegable de lo que para el mundo ya no vale nada.

Soñador que al pasar a su lado le han gritado su locura y su desgracia, soñador que con el paso de los años, los sueños se le han agrandado en profundas añoranzas y anhelos de los imposible, de lo inalcanzable... sueños del que ha gritado a las gentes de todos los tiempos que nada ni nadie podrá saciar la sed y la fonte donde el alma se remansa. Sueños del que le gritó un día a las estrellas más lejanas que si por allí se atisbó su rostro, le dijeran que "adolezco, peno y muero" cantor de mis desgracia.

Maldito será el día cuando me dejen de llamar soñador, miserable el momento cuando todo parezca haberse falsamente sosegado en modorra y dulce calma.

¿Y para lo que quede de esta aburrida vida en la que nunca se sacia nada? Seguiré, seguiré en las noches buscando porque sé que un día (¡una noche!) a mí Tú me saldrás al encuentro "¡O noche tan dichosa!" cuando el encuentro sea haga de nuevo verso y canción, cuando por fin me salgas al encuentro y mis sueños cristalicen y sepa que todo lo soñado era verdad... que mis sueños eran ¡tan pequeñitos! comparados con tu inmensa bondad.

Me miro en la noche y sólo percibo la silueta de un pobre, un pobre buscador a quien tu mirada le robó su amor, y a cambio sellado por el esplendor de la alborada, donde el desierto y el fango se entrecruzan en la danza del destino; allí, desposado contigo en alianza de amor, te confesaré mi amor para siempre, testigos mudos del desposorio de mi nada con tu amor...

Nudo indisoluble por el que ni el viento ni las olas podrán jamás apagar el amor; fuego inextinguible el de este amor que yo siento; porque mi amor lo robó tu mirada y pusiste a mi vida tu sello, como cantan el verso y el cantor.

Y al seguir adentrándome por desiertos hostiles y la oscuridad de las cañadas, me preguntan si no temo por mi vida... ¿temor? ¿qué temor siente quien sabe que es más fuerte el amor que la muerte...? Amor, que en este tiempo de adviento bendito, a la noche vienes... a mí que antaño las pequeñas sombras turbaban o curtido de penas y de amores sé que tú a la noche vienes, cuando la noche es más noche y ya no queda nadie a mi lado más que tú.

Y qué hermosamente lo decía -lo recordamos hoy en el día de su fiesta- el gran san Ignacio a su más querido hijo Francisco de Javier, por abrazo y despedida en la certeza de que en esta vida ya no se volverían a ver: "Javier mío, te emplazo para la gloria, que para los dos espero... ¡ve a la India y préndele fuego a todo...!"

A todos vosotros que a lo largo de todo este tiempo, en el ocaso de un año más, tanto nos habéis ayudado ¡Gracias! ¡benditos seáis por tanta generosidad! Y os repito como tantas veces he repetido en el pasado: nosotros los misioneros estamos aquí porque vosotros estáis ahí para nosotros. El día que vosotros no estéis u os olvidéis de nosotros y nuestras gentes, nosotros -los olvidados- dejaremos de estar aquí.

Ante el Sagrario de la misión por todos oramos y con Nuestra Señora Reina de la Misiones pedimos que a todos nos acoja bajo su bendito manto.

A todos os deseamos una Navidad más oscurecida de las luces de artificio y más llenas de la luz de quien siendo tan pequeño, todo lo ilumina.

Os bendigo a todos.

Padre Christopher