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lunes, 5 de enero de 2015

MI MISIÓN, por Tere Monzón Lara (Laica Misionera Comboniana)


Casi en el centro del continente africano se encuentra un país llamado República Centroafricana, en el idioma local, sango, se llama “BE TI AFRICA” (traducido literalmente “corazón de África”). Este país es desconocido para mucha gente y los que lo conocen es solamente por golpes de estado, guerras, conflictos, pobreza, etc.

Es un país muy rico en recursos naturales, tiene oro, diamantes, madera, etc. Y son muchas las etnias y culturas que lo pueblan a pesar de que el número de habitantes es muy reducido unos 4.680.000 y la superficie es un poco más grande que la Península Ibérica 623.000 km2 ).

Hace dos años (en 2012) volví de nuevo a Mongoumba, mi segundo pueblo, donde había vivido anteriormente durante unos ocho años. Mongumba se sitúa a 150 km de Bangui, (sur-oeste) está integrada en la región de La Lobaye. Tiene frontera con la República Democrática de Congo, con Congo Democrático y con el propio país, ya que para llegar al pueblo es necesario atravesar el rio Lobaye (que da nombre a la región).

Me incorporé a la misión después de unos años de ausencia y al llegar pude constatar muchos cambios, no solo en el pueblo sino en el país en general.


Llegue en septiembre de 2012, para trabajar en la escuela de educación primaria de la misión. Nada más llegar y dadas las fechas nos pusimos manos a la obra. Lo primero una toma de contacto con los maestros para organizar el curso, comprobar los recursos disponibles y las necesidades existentes; si necesitábamos contratar maestros, material didáctico, preparar aulas…

Comenzamos abriendo el plazo para las matrículas, era necesario saber el efectivo de alumnos por clase, saber cuántas clases y cuantos maestros estaban disponibles y cuantos necesitábamos.

Había una escuela en el centro donde está situada la misión, San Jorge, pero además se encontraban las escuelas que están en la “periferia” es decir a una cierta distancia (4,5 o 10km) del centro para facilitar la escolarización y asistencia a los niños de poblados o campamentos alejados del centro.

En las escuelas de la periferia se pueden estudiar solamente dos cursos y en el tercer año los alumnos y alumnas que aprueban se incorporan a San Jorge, donde se les facilita la asistencia a la escuela ofreciéndoles un internado de lunes a viernes, mientras que el fin de semana vuelven a sus casas con sus familias.

En sus inicios las escuelas de la misión comienzan como un programa para la escolarización de niños pigmeos. El objetivo era proporcionarles los medios para que se pudieran integrar en la escuela pública en igualdad de condiciones o mejores (discriminación positiva) que los otros alumnos de la zona, ya que pertenecen a la etnia más desfavorecida y marginada que se encuentra en una situación de pseudo-esclavismo.


Una de estas escuelas, Kpetene, se encuentra en el interior de la selva, donde no hay camino para llegar a ella, solamente un sendero que en la época de lluvias se inunda. Esta escuela tiene la particularidad de que todos sus alumnos son pigmeos así como los dos maestros destinados y también todos los miembros de la asociación de padres y madres de alumnos. No existe un edificio que los cobije, solamente un porche construido con unos cuantos palos atados y un techo de bambú. A pesar de esta situación precaria, es uno de los lugares que en más ocasiones es ocupado por las personas del pueblo, quedando el alumnado sin lugar para las actividades escolares cada vez que se presenta una situación difícil en que el pánico de la población hace que la gente huya de sus casas y se refugie en la selva, instalándose precisamente en este chamizo.

En varias ocasiones tuvimos que intervenir para que la escuela siguiera funcionando. Debido al mal funcionamiento de la escuela pública, las escuelas de la misión son cada vez más solicitadas por los padres de los niños y es así como poco a poco se llega a tener una escuela “privada” que acoge a buena parte de los niños de la zona dándoles preferencia a los niños pigmeos y huérfanos por ser los más vulnerables pero sin exclusión de ningún niño por motivo de pertenecer a una etnia determinada. Es así como era normal encontrar jugando a niños pigmeos con musulmanes, con mondjombo, mbaka, etc.

Para conseguir que nuestras escuelas tengan un nivel mínimo para su buena marcha y proporcionar una enseñanza de calidad y una transmisión de valores dentro de un marco cristiano, en un país donde nada funciona, somos nosotros mismos los que formamos a nuestros maestros a partir de seminarios organizados a nivel diocesano, o bien en las reuniones y encuentros mensuales donde se ven las dificultades de los maestros, y en la presencia de cada día donde ellos se sienten acompañados y apoyados.

La República Centroafricana es un país que desde su independencia en 1960 ha sufrido 5 golpes de estado y el abuso de poder de todos sus gobernantes.

A finales de diciembre de 2012 los rebeldes, que venían del nordeste, llegaron a Bangui intentando tomar la capital. A partir de este momento en toda la región se vive en expectación, tensión, nervios y miedo. Los habitantes del pueblo huyen a la selva o cruzan una de las fronteras para buscar refugio. Como todo el conflicto se centra en la capital, se vive pendiente del teléfono y la radio, vuelven al pueblo pero están con un pie fuera, preparados para la marcha.

Así intentamos hacer funcionar una escuela donde parece que los alumnos no tienen tiempo de sentarse en la silla.

El 24 de marzo de 2013. Domingo de Ramos, se hace efectivo el 5º el golpe de estado. El pánico cundió por todos lados, un pánico justificado pues los golpistas habían ido sembrando el terror en toda su trayectoria. Mongumba quedo vacía.

Cuando después de las vacaciones de Semana Santa nos planteamos si reanudar el curso tuvimos que sentarnos y reflexionar mucho sobre lo que teníamos que hacer, o, como lo teníamos que hacer y decidimos continuar para intentar que los niños salieran de un ambiente de miedo y huida y que continuasen con una vida lo más normal posible, donde aprender, jugar y estar juntos los alejase del miedo y la desconfianza. Pensamos que mantener la escuela abierta era una forma de seguir transmitiendo valores, de evitar que estuviesen en la calle o sin un lugar determinado donde pasar el día. Para mantener las puertas abiertas organizamos una semana cultural donde tenían talleres de manualidades que les permitían expresarse, competiciones deportivas donde ejercitarse físicamente y hasta canciones y teatro donde se representan los derechos de los niños.

Esta semana les despertó el interés por la escuela de forma que fueron los mismos niños los que pedían a sus padres volver al pueblo para poder ir a la escuela.

Así, a trancas y barrancas conseguimos finalizar el curso 2012-2013 y el programa, una de las pocas escuelas del país que pudo respetar el calendario escolar.

Como las cosas en el país no cambiaron para mejorar, cuando llego la hora de comenzar el nuevo curso, volvimos a tener los mismos problemas. Muchos de los alumnos habían dejado Mongumba siguiendo a sus padres, funcionarios y militares destinados en otros lugares, madres en campos de refugiados en los países vecinos buscando una seguridad para sus miedos y maestros que aprovechan el desplazamiento para buscar mejoras laborales.

Intentábamos informarnos de cómo estaban en otras escuelas de la diócesis pero las situaciones cambiaban mucho de un lugar a otro y había muchas dudas de cómo reanudar el curso y casi sin un calendario oficial nos liamos la manta a la cabeza y decimos ir adelante.

Iniciamos el nuevo curso el 8 de octubre 2013. Tuvimos que reclutar nuevos maestros pues tres se habían ido y, aunque los primeros días no parecían necesarios sabíamos que en poco tiempo serian imprescindibles. Dada la situación del país hay algunos universitarios que han vuelto a casa por la violencia de Bangui y el cierre de la universidad, circunstancia que se aprovechó para pedirles que nos echaran una mano.

Se inició el curso con mucha incertidumbre, pues, nada estaba claro y llegamos hasta enero del 2014 donde todo cambio pues el presidente, que nunca había sido aceptado por la población, fue obligado a dimitir y en el país empezó la “caza a los musulmanes”. En nuestro pueblo había una pequeña comunidad y a medida que la violencia se recrudecía y se iba acercando, para evitar males mayores, decidieron irse y con los adultos se fueron los alumnos musulmanes de nuestra escuela.

En el mes de febrero como protesta a la violencia desatada en la localidad (saqueos y destrucción de las propiedades de los musulmanes y la mezquita), de la que nadie se había manifestado en contra, cerramos por una semana la escuela y para que se abriera los padres hicieron un escrito condenando los actos violentos ocurridos. Más adelante recuperamos los días “perdidos” y conseguimos finalizar el curso, no se puede decir con normalidad, pero no tuvimos necesidad de prorrogar un calendario que entorpecería otras actividades tradicionales y además necesarias en la región como es la recogida de “makongo” gusanos muy apreciados en todo el país por su sabor y su alto nivel proteico.

El país sigue viviendo muchas dificultades. Para 2015 están previstas las elecciones. Mientras tanto la paz no llega; son muchas las personas desplazadas, son muchas las familias en las que alguien ha muerto de forma brutal, es mucho el odio desatado y muchas las heridas que cicatrizar.
Una de las herramientas más importantes para hacer que esto cambie es la educación, es la escuela, y en ello estamos con vuestra ayuda. Gracias.