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viernes, 24 de abril de 2015

Monseñor Piñeiro agradece el compromiso misionero de la Archidiócesis de Toledo

El Arzobispo de Ayacucho y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana ha destacado la colaboración misionera que la Archidiócesis de Toledo mantiene con Lurín y Moyobamba


Las Jerónimas de San Pablo de Toledo, las Madres Carmelitas de Yepes, las Madres Concepcionistas Franciscanas de La Puebla de Montalbán y el Colegio Diocesano Santísimo Cristo de la Sangre de Torrijos han recibido la visita de Monseñor Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, que con motivo de la Jornada de Vocaciones Nativas ha expresado su gratitud permanente con la Archidiócesis de Toledo “por la colaboración que mantiene con Lurín y Moyobamba en Perú, además del compromiso misionero que sentimos muy cerca”. 

Una visita que ha estado impregnada de la “Alegría del Evangelio”, como ha ocurrido en el Colegio Santísimo Cristo de la Sangre de Torrijos, en el que el Arzobispo de Ayacucho ha conocido la realidad educativa, acompañado de miembros de la dirección del centro educativo, como los sacerdotes Ángel Camuñas y Julián Carril, además del Delegado Episcopal de Misiones y Director Diocesano de Obras Misionales Pontificias, Jesús López Muñoz. En el centro educativo diocesano el Arzobispo de Ayacucho, Monseñor Piñeiro, ha compartido un diálogo cercano con los alumnos, que han preguntado sobre la vocación sacerdotal del prelado, así como anécdotas del día a día en Perú.

Monseñor Salvador Piñeiro ha querido destacar de manera especial la Jornada de Vocaciones Nativas durante su visita a las Jerónimas de San Pablo de Toledo, las Madres Carmelitas de Yepes, las Madres Concepcionistas Franciscanas de La Puebla de Montalbán. En las tres visitas Monseñor Piñeiro ha recordado que esta Jornada, promovida por la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol tiene como finalidad “ayudar a la formación y el sostenimiento de las vocaciones que Dios suscita al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada en los territorios de misión”. En este sentido afirmaba al Arzobispo de Ayacucho que “es el comienzo de una nueva etapa, impregnada de amor y de bondad, que ha de recorrer. El secreto de esta nueva actitud nace de la certeza de que el amor no admite cálculos ni contraprestaciones: es la entrega radical de uno mismo. Inmediatamente, sin buscarlo, casi sin desearlo, se experimenta la belleza de la donación. Así, de manera sencilla, pero heroica, comienza el caminar del discípulo, con la mirada puesta en la espalda del Maestro que va por delante desbrozando el camino”.

Finalmente también ha querido señalar el Arzobispo de Ayacucho la necesidad de oración, y así se lo ha manifestado a las madres que ha visitado en los tres conventos, pidiendo permanentes oraciones por Perú y, en particular, por Moyobamba y Lurín, donde prosiguen la labor misionera varios misioneros diocesanos toledanos.